Los aparatos mejor diseñados vienen sin manual, y si lo traen es tan confuso que es difícil de entender. A las aplicaciones sociales le pasa algo parecido, no traen manual y las descripciones son, a veces, tan farragosas que necesitas a alguien para que te lo explique. ¡Claro, son sociales!, quién mejor que otra persona para explicarte cómo usar una app.

No creas que son sencillas, muchas de ellas son intrincadas, con servicios muy refinados, asociados a contextos nada evidentes si los tratas de explicar. Aunque sencillos de entender y probar en sus funciones principales y más evidentes.

Suelen acoger y promocionar juegos o similares en su interior, lo que añade atractivo para los usuarios. Éstos usan, prueban y comparten las aplicaciones como si de un descubrimiento se tratara y con una cierta sensación como que les pertenecen, implicándose en su popularización entre sus círculos de amigos y relacionados.

Esta mezcla contradictoria de:

  • complejidad de servicios
  • sencillez de uso
  • el atractivo del juego
  • compartición y estímulo con otros usuarios

las hace asequibles a cualquier edad y condición. Y si no, busca #conchifacts en twitter.

Las aplicaciones sociales tienen todos los ingredientes para ser el MEDIO que llega a todos, al que todos contribuyen y que comparten como algo propio. Seguramente no acabarán con el resto de los medios tradicionales, prensa, radio, televisión… pero los vascularizarán y transformarán de tal manera que dejarán de ser como los hemos conocido hasta ahora, haciéndolos irreconocibles.